sights, Vietnam
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Hoi An, die Stadt in der die Zeit stehen blieb

Wenn man, so wie wir, schon länger in Asien unterwegs ist, und Hoi An erreicht, fühlt man sich als hätte man eine andere Welt betreten. Im Gegensatz zu vielen anderen Städten Asiens, ist Hoi An als Welterbestadt sehr gepflegt und malerisch. Die schmalen Straßen der Altstadt mit ihren alten und gut erhaltenen Gebäuden sind mit zahlreichen Lampions geschmückt und an der Uferpromenade des Song Thu Bon Flusses schaukeln kleine Holzboote im Wasser.
An der Seidenstraße gelegen, war die Stadt zwischen dem 16. und 18. Jahrhundert ein blühendes Handelszentrum, vor allem für Produkte aus China, bis im 18. Jahrhundert der Fluss versandete und die großen Handelsschiffe in die 30 km entfernte Stadt Da Nang ausweichen mussten. Glücklicherweise kann man sagen, denn so behielt sie ihren ursprünglichen Zustand. Während des Vietnamkrieges (1955–1975) wurde die Stadt kein einziges Mal von Bomben getroffen, auch deshalb ist sie eine Besonderheit.

 

Leer en español

Die verkehrsberuhigten Straßen der Altstadt laden zum Schlendern ein, und viele alte Handelshäuser und Versammlungshallen kann man (teilweise gegen Gebühr) besichtigen. Darunter sind z. B. traditionelle chinesische und japanische Gebäude, die von Handelsfamilien erbaut wurden, als sie sich hier nieder ließen. Es heißt, die Architektur würde an südchinesische Kleinstädte erinnern.

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koriander-y-manta_HoiAn_ Lampions

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Auffallend viele Schneider gibt es in der Stadt und kaum ein Tourist lässt sich in Hoi An nichts schneidern. Es fängt schon am Busbahnhof an, dass man von Schneiderinnen oder deren Angestellten abgefangen wird und damit bedrängt wird, später in deren Laden zu kommen. Ein denkbar ungünstiger Moment, denn wir kamen in der Morgendämmerung mit dem Nachtbus an und es regnete in Strömen. Unausgeschlafen und damit beschäftigt die Rucksäcke schnell regendicht einzupacken macht man eben nicht gern Geschäfte.

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Die japanische Brücke, das Wahrzeichen der Stadt.

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Mit diesen Fahrradrikschas lassen sich vorwiegend chinesische und japanische Reisegruppen durch die Stadt chauffieren.

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Das Städtchen besitzt absolut Postkarten-Charme, der leider durch die gewaltigen Touristenmassen, die hier tagtäglich durchgeschoben werden, gemindert wird. Gefühlt beherbergt jedes zweite Haus einen Souvenirladen und selbst traditionsreiche Handelshäuser, in denen teilweise acht Generationen einer Familie groß geworden sind, werden zu solchen Shops umfunktioniert.
Nichtsdestotrotz hat uns der fünftägige Aufenthalt in Hoi An gut gefallen. Mit dem Fahrrad ist man schnell abseits der Touristenmassen und in Radelnähe sind ein paar schöne Strände zu entdecken.

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Außerdem gab es auch in dieser Stadt für uns ein kulinarisches Highlight: Gebratene, marinierte Hähnchenspieße, die zusammen mit Salat, zwei Sorten Reispapier und einem Dip aus Fischsauce, Erdnüssen und Chili serviert werden. Man nimmt ein dünnes, trockenes Reispapier und legt ein etwas dickeres, weiches Reispapier darauf, dann werden die frischen Zutaten wie Salat, ein Stück Gurke, Kräuter und das Fleisch darauf verteilt und eingewickelt. Die fertige Rolle kann nun genüsslich in den Dip getaucht werden!

 

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Hoi An, la ciudad donde se paró el tiempo

Cuando se está un tiempo largo viajando por Asia, como estamos nosotros, y se llega a Hoi An, da de repente la sensación de estar en otro lugar del mundo. A diferencia de otras ciudades de Asia, ésta es muy pintoresca y bien cuidada, lo que le ha valido el reconocimiento como patrimonio de la humanidad. Las estrechas calles del casco viejo, junto con sus antiguas y bien restauradas casas, están adornadas con innumerables lámparas de papel, y en el muelle del río Song Thu Bon, pequeños barcos de madera descansan en el agua.
Situada en la ruta de la seda, esta ciudad fue entre los siglos XVI y XVIII un bullicioso centro de negocios, sobre todo con productos de China, hasta que en ese siglo su río dejo de ser navegable, y los barcos grandes empezaron a dirigirse a la cercana ciudad de Da Nang, 30 km al norte. Por suerte podría decirse, ya que así han podido conservar su aspecto de entonces. Durante la guerra de Vietnam (1955–1975) no hubo ni un bombardeo en la ciudad, lo que también la convierte en algo especial.

Las tranquilas y resguardadas calles del centro invitan a callejear, y se pueden visitar muchas de sus antiguas casas (algunas pagando entrada). Entre ellas hay, por ejemplo, edificios tradicionales, tanto chinos como japoneses, que fueron construidos por familias de mercaderes cuando se asentaron allí. Según dicen, la arquitectura recuerda un poco a las pequeñas ciudades del sur de China.

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koriander-y-manta_HoiAn_ Lampions

koriander-y-manta_HoiAn_Versammlungshalle

Llama la atención la cantidad de sastres que hay en la ciudad, y rara vez algún turista se va de allí sin dejar que le hagan algo a medida. Esto empieza ya cuando llegas a la estación de autobuses, allí los sastres mismos, o sus trabajadores, te están esperando para recibirte y condicionar tu estancia para que antes o después pases por su tienda. Justo en el peor momento para nosotros, ya que además de llegar muy temprano en la madrugada y acabarse de despertar de toda la noche en el bus nocturno, estaba lloviendo a cantaros. En estas condiciones y con la preocupación de empaquetar la mochila para la lluvia, no tuvimos ningún interés de hacer negocios.

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El puente japonés, la seña de identidad de la ciudad.

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Los turistas chinos y japoneses se dejan pasear en grandes grupos por las calles del centro con estos bicitaxis.

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La ciudad es realmente digna de postal, y solo las masas de turistas que cada día se dejan guiar por la ciudad, hacen que pierda parte de su encanto. La sensación que se tiene es que una de cada dos casas es tienda de souvenirs, incluso las más tradicionales y antiguas, con más de ocho generaciones de herencia, an acabado convirtiéndose en tiendas de este tipo.
A pesar de esto, la parada de cinco días en Hoi An fue de nuestro agrado. Con la bici puedes alejarte bastante rápido del turismo en masas, y sin pedalear más que unos 20 minutos se llega a bonitas playas.

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Además, también en esta ciudad hubo para nosotros un »highlight« culinario: brochetas de pollo marinado, que se comen con ensalada, dos tipos de papel de arroz, y una salsa para mojar hecha a base de pescado, cacahuetes y guindilla. Se coge un papel de arroz fino seco, y se pone por encima uno gordo mojado, entonces se añaden los ingredientes frescos como un trozo de pepino, o hierbas, y el trozo de carne, para terminar enrollándolo todo. Cuando el rollo esta terminado, se moja en la salsa y se disfruta!

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