accommodation, Bangkok, Thailand
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Zum Auftakt: Bangkok auf höchstem Niveau

Nach ca. 14 Stunden Flug mit einem zweistündigen Zwischenstopp in Doha sind wir gegen 2 Uhr morgens deutscher Zeit recht müde in Bangkok am Suvarnabhumi Airport angekommen. Die Fahrt mit dem Taxi ins Zentrum zur morgendlichen Rushhour hat eine zusätzliche lange Stunde gedauert und so waren wir umso erfreuter über die zuvorkommende Begrüßung die uns im Lebua at State Tower erwartete. Unsere lieben Freunde Anna und Chris haben uns die ersten zwei Nächte in Bangkok in diesem luxuriösen Hotel zum Geburtstag geschenkt!

 

Para leer en español

Gelegen zwischen dem Fluss Chao Phraya und der Haltestelle des Skytrains Saphan Taksin hat man von dort einen perfekten Ausgangspunkt zu vielen Sehenswürdigkeiten Bangkoks. Mit dem Linienboot erreicht man beispielsweise für umgerechnet 35 Cent den Königspalast und die Tempelanlage Wat Phra Khaeo. Wer lieber shoppen gehen möchte nimmt den Skytrain (BTS).

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Einmal am Tag gab es für etwa ein bis zwei Stunden einen heftigen Regenschauer.

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Wir haben es uns dort erst einmal gut gehen lassen und den Jetlag mit einem Mittagsschlaf im king size Bett unserer Suite kuriert. Im 17. Stockwerk befindet sich der Pool, ein Fitness-Bereich und ein Café, in dem auch das Frühstück serviert wird. Das Buffet ist so weitläufig, dass wir am ersten Tag nur einen Teil davon wahrgenommen haben. Neben den Klassikern, die man als Europäer kennt, gab es natürlich auch die thailändische Reissuppe, die man hier zum Frühstück isst und sogar Sushi für die japanischen Gäste. Wenn wir gewusst hätten, dass wir in den kommenden Tagen unser heimisches Brot so vermissen würden, hätten wir in diesen Tagen bestimmt die feinen unterschiedlichen Brotsorten und das süße Gebäck noch etwas mehr zu schätzen gewusst.

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Setzt man einen Fuß vor die Tür des schicken Hotels trifft einen das echte Bangkok mit voller Wucht! Die Hitze, der laute Verkehr, Tuk-Tuk-Fahrer die ihre Dienste anbieten, fremde Gerüche aus den Garküchen am Straßenrand – hallo Kulturschock!

Wir wollten unbedingt gleich an einem der authentischen Straßenstände essen, aber nach welchen Kriterien wählt man den aus? Sauberkeit? Lage – Hauptstraße oder Seitengasse? Qualität der Fotos auf der Speisekarte? Sympathie mit den Menschen?
Für unsere erste »Mutprobe« setzten wir auf Seitengasse und Sympathie – und es schmeckte herrlich! Nach diesem Erfolgserlebnis haben wir schon viele weitere Garküchen und Gerichte ausprobiert und bisher immer sehr gut gegessen. Obwohl diese Stände teilweise arg improvisiert aussehen, haben wir nicht einmal schmutziges Geschirr oder Besteck gesehen.

Für unseren zweiten Abend in Bangkok zogen wir aus den Tiefen unser großen Rucksäcke ein schickes Kleid und ein sauberes Hemd. Frisch geduscht und parfümiert stiegen wir in den Aufzug und ließen uns in den 63. Stock befördern. Die Skybar auf dem Dach des Hotelturms ist nichts für Low-Budget-Urlauber, ganz im Gegenteil, denn mit Shorts und Sandalen wird man schon unten am Lift stehen gelassen. Der Geldbeutel sollte gut bestückt sein und das Umrechnen von Baht in Euro sollte man an diesem Abend einfach sein lassen. Mein Hangovertini (Cocktail mit Martini in Hommage an den Film »Hangover«) hat umgerechnet ca. 17 Euro gekostet. Zuvor hatten wir in einer Garküche nur 200 m Luftlinie vom Hotel entfernt für 1,75 Euro zu Abend gegessen und so innerhalb weniger Stunden beide Extreme dieser Metropole erlebt.

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Im Hintergrund unser Hotel: Lebua at State Tower

IMG_1651Und kurz darauf, auf der Terrasse des Lebua

Später erfuhren wir von Locals, dass man in Bangkok alles, wirklich alles, zu jedem Preis finden kann. Es gibt günstiges Streetfood und Sterne-Küche, Klamotten zu einem Spottpreis auf dem Markt und internationale Luxus-Marken in den Shoppingmalls, die Thaimassage am Straßenrand und die Wellnessmassage im Luxushotel. Das gute daran ist, dass auch die ärmere Bevölkerung zum Essen ausgehen kann oder sich einen Einkaufsbummel leisten kann.

 

Artículo en español

Empezando en Bangkok por todo lo alto 

 

Después de unas 14 horas de vuelo, con dos horas de escala en Doha, llegamos muy cansados a las 2 de la madrugada, hora española, al aeropuerto Subarnabhumi de Bangkok. El viaje con taxi al centro, a la hora punta de la mañana, ha costado una hora extra, con lo cual todavía nos hemos alegrado más cuando nos han hecho un recibimiento digno de hotel de 5 estrellas en el »Lebua at State Tower«. ¡Nuestros queridos amigos Anna y Chris nos han regalado las dos primeras noches en este hotel para nuestros cumpleaños!

Situado entre el río Chao Phraya y la parada del Skytrain de Saphan Taksin, es un buen punto de partida para ir a ver las cosas interesantes de la ciudad. Con el barco de línea puedes ir por ejemplo, por el equivalente a 0,35 euros, hasta el palacio real o el conjunto de templos Wat Phra Khaeo. Si lo que se prefiere es ir de compras la mejor opción será coger el Skytrain (BTS).

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Ha llovido una vez al día durante una o dos horas.

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Allí, lo primero, nos hemos recuperado del Jetlag con una buena siesta en la cama king-size de nuestra suite. En la terraza del piso 17 esta la piscina, y también en la misma planta esta el gimnasio, y un bar-cafetería en el que además se sirven los desayunos. El bufete, que está dividido en dos salas, es tan extenso que el primer día nos pensamos, después de ver la primera, que eso era todo. Al lado de los clásicos que en Europa todo el mundo conoce, se podía encontrar también evidentemente sopa de arroz tailandesa, que aquí la comen para desayunar, y incluso sushi para los huéspedes japoneses. Si hubiéramos sabido que en los próximos días íbamos a echar de menos tanto nuestro pan, seguro que habríamos valorado mucho más tanto la cantidad de buenos panes diferentes que ofrecían, como también la gran variedad de dulces horneados.

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En cuanto pones un pie fuera del lujoso hotel te encuentras de pleno con el verdadero Bangkok. El calor, el tráfico ruidoso, conductores de tuk-tuk que ofrecen sus servicios, olores desconocidos que llegan de las cocinas instaladas en las aceras de las calles – ¡hola choque cultural!

Lo siguiente que queremos hacer es comer en uno de esos locales callejeros, pero ¿bajo qué criterios lo escogemos? ¿Limpieza? ¿Localización – calle principal o secundaria? ¿Calidad de las fotos en la carta? ¿Simpatía con los clientes?
Para nuestra primera »prueba de fuego« nos decidimos por simpatía y calle secundaria, y el resultado ¡estaba buenísimo! Después de esta experiencia exitosa hemos probado muchos otros puestos de comida en la calle y hasta ahora en todos ellos hemos comido estupendamente. Aunque la mayoría de estos puestos parecen totalmente improvisados, no hemos visto ni una sola vez cubiertos o platos sucios.

Para nuestra segunda noche en Bangkok sacamos del fondo de nuestras mochilas un bonito vestido y una camisa limpia. Recién duchados y perfumados nos subimos al ascensor donde alguien nos conduce al piso 63. El »skybar« encima del techo del hotel no es una cosa para el que hace vacaciones con presupuesto bajo, si no todo lo contrario, y a los que van con chanclas o pantalones cortos les dicen ya antes de subir al ascensor, que no pueden pasar. La cartera tiene que ir bien llena, y lo de calcular los bahts en euros es mejor dejarlo estar durante una noche. Mi »Hangovertini« (cóctel con martini, en homenaje a la película »Hangover« con escenas rodadas en la escalera de la terraza) ha costado el equivalente a 17 euros. Un poco antes, y a menos de 200 metros de allí en línea recta, acabábamos de cenar en un puesto de street-food por el equivalente a 1,75 euros, de esta manera en menos de unas horas vivimos los dos extremos más opuestos de esta metrópoli.

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En el fondo nuestro hotel: Lebua at State Tower

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Poco después en la terraza del Lebua. 

Más tarde podremos escuchar, por parte de gente que vive aquí, que en Bangkok puedes tener de todo, realmente de todo, a todos los precios. Hay puestos de comida barata en la calle y restaurantes con estrellas, ropa a precio de ganga en los mercados y marcas internacionales de lujo en los centros comerciales, hay masajes tailandeses en cada esquina y masajes-wellness en los hoteles de lujo. Lo bueno de esto es que también la gente más pobre se puede permitir el salir a cenar o el ir de compras.

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